An. R. Acad. Nac. Farm. 78, 4, 2012 - page 145

GUILLERMO TENA NÚÑEZ
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en balde la razón armoniza los sentimientos, que según Julián Marías, en
Antropología Metafísica, que estudia mi hijo Carlos, dice que “son una abreviatura
de la realidad personal en su integridad”.
En resumen, elegimos amigos por propia iniciativa y sentimientos. Ambos
teníamos criterios muy similares, lo que me lleva al recuerdo considerar una
relación como buena amistad. Según el filósofo Dietrich von Hildebrand, tío abuelo
de mi mujer, y de los pensadores Julián Marías y Ortega y Gasset podemos llamar
amigos a personas, con cuantos ratos compartidos! científicos y deportivos. Los
filósofos acreditan que existe una buena amistad, cuando para quererse hay que
conocerse y para conocerse hay que tratarse, y esto ocurría: nos tratábamos en la
Academia, y en la costa y el mar de Mallorca.
En cierta ocasión le comenté a Guillermo, que le conocí a través de la
literatura científica, antes que personalmente, pues leía sus cartas sobre el
“Síndrome del aceite toxico” en la Revista Nature, a la que estaba suscrito. Y que
fue tema de su discurso de toma de posesión en esta Real Academia Nacional de
Farmacia. Luego nos conocimos personalmente en esta casa, y me brindó su
amistad, pues en ambos estaba presente además de Mallorca la Academia. En
aquella reflejábamos los hermosos días de verano, y en esta las inquietudes
científicas afines, y en ambos lugares la amistad y la toxicología. Él como Director
del Instituto Nacional de Toxicología, del Ministerio de Justicia, y el que os habla
Jefe de Área de Toxicología del Instituto de Salud Carlos III. Fuimos pues buenos
amigos aunque nos separaban 12 años de edad (nacido en junio 1923 y el que os
habla en abril del 35).
Guillermo, inteligente y solidario. Compartía sus bienes y su alegría con sus
amigos, siempre dispuesto al diálogo que abre la inteligencia del científico, y sabía
bien que el hombre desea en primer lugar el conocimiento de la verdad (además
de permanecer en su ser), que es propio de su naturaleza (aunque nos parezca
mentira en nuestra época de guerras, intolerancia y corrupción con ausencia de
flexibilidad y de comprensión, aún en el ámbito político y entre cierto grado de
amistad). Además, Guillermo nos transmitía felicidad y alegría por su cultura y su
formación. Todo ello muestra el amor a la ciencia y a la verdad, y sin amor la
ciencia pierde su humanidad.
Su intensa vocación profesional, social y humana la demostró al enfrentarse
con el “Síndrome del aceite tóxico”, que afectó a nuestro país en el año 1981, se
dedicó por completo a desentrañar el misterio de la epidemia, como buen y
apasionado investigador, a lo que se referirá su hija María Teresa.
También manifestó sus cualidades, al difundir y comentar científicamente el
porqué de la misteriosa enfermedad de nuestro pintor Francisco de Goya, cuyos
padecimientos, decía Guillermo, concuerdan más con la intoxicación plúmbica del
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