A. G. Bueno
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residentes en Madrid. En cualquier caso, la enseñanza, en una situación social tan
crítica y ante tal carencia de profesorado, no pasó de ser una quimera.
La actuación de Pedro Gutiérrez Bueno y Antonio de la Cruz se limitó a
solventar las cuestiones planteadas por el órgano del que este Real Colegio
dependió; a fines de febrero de 1812, el Supremo Consejo de Sanidad se interesará,
como simultáneamente hará ante el Real Colegio de Boticarios, por
“… la necesidad q
e
hay de una nueva Farmacopea, de Tarifa y Petitorios con
las mejoras de q
e
son suceptibles estos trabajos (…) esperando q
e
ese R
l
Colegio de cuya ilustracion esta bien penetrado el Consejo, prepondera a esta
idea por el honor de la Ciencia en beneficio de la salud Publica (…) a fin de q
e
se sirva comunicar con la mayor brevedad posible lo q
e
entienda sea capaz de
mejorar dichas obras con arreglo a los adelantamientos de la Ciencia...” (15).
La respuesta no deja de extrañar y ofrece una interesante versión del
concepto que, sobre su propio trabajo, tiene este grupo profesional:
“Que siendo de su Instituto ciencia y parte mecanica un asunto tan
interesante le es precisamente necesario saber para la formacion de d
ha
Farmacopea, una Instruccion de la Medicina y Cirugia, pues constando
la Farmacopea de un conjunto de formulas, las quales son pedidas por
d
hos
Profesores de Medicina y Cirugia a estos pertenece privadam
te
la
eleccion de d
has
formulas, y al Quimico Farmaceutico la buena eleccion
de ellas y otros requisitos indisputables concernientes a esta Ciencia. En
este supuesto si ese Supremo Consejo mediante su autoridad da á este
R
l
. Colegio unos datos terminantes sobre q
e
fundar sus tareas, como
cientifico, procurara desempeñarlas con el mejor interes y desvelo; en
consequencia travajara igualm
te
por el Petitorio. Y en quanto a la Tarifa
expondra lo q
e
le parezca conveniente con arreglo a las circunstancias…”
(16).
Una situación de subordinación hacia los profesionales de la Medicina,
contraria a la actitud deseada por el Real Colegio de Boticarios; la cuarta edición de
la
Pharmacopea hispana
, impresa en 1817, lo haría bajo la responsabilidad de la
Junta Superior Gubernativa de Farmacia (17).
La reposición, en el verano de 1811, del Real Tribunal del Protomedicato
por las Cortes de Cádiz (18) hizo depender este Real Colegio de la restaurada
institución y, en la mañana del 12 de septiembre de 1812, una comisión formada
por Vicente Sánchez, boticario de Cámara (19), y Francisco de la Rúa, fue recibida,
en los locales del propio Real Colegio, por Antonio de la Cruz; el jefe local, Pedro
Gutiérrez Bueno, se excusó ‘no pudiendo concurrir por falta de coche’. El acto se
limitó a la adscripción oficial del centro docente al Real Tribunal y al
levantamiento del inventario de sus pertenencias (20). De nuevo, a finales de éste