A. G. Bueno
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cuentas del año anterior, dejara constancia del fallecimiento de José Díaz Poblet,
quien fuera decano del Colegio, e informara de ello a quien habría de ser su
sustituto en el cargo, Casimiro Gómez Ortega (27). Todo parece seguir el sino a que
obligan los años de una guerra, durante los cuales las instituciones se mantienen
en un estado latente que las hace prácticamente inoperantes.
Una nota, aparentemente banal, en el acta de esta Junta particular de enero
de 1812, nos abre una extraordinaria ventana para comprender cómo funcionó, en
la vida real, esta corporación farmacéutica; se trata del comunicado de uno sus
miembros, Plácido de Briega y Regidor.
Placido de Briega pertenecía al Real Colegio desde junio de 1777 (28), tuvo
farmacia abierta en la plazuela de San Ildefonso y ocupó diversos cargos en la Junta
directiva entre 1783 y 1816 (29); entre ellos el de director, al menos en dos
periodos (1800-‐1801 y 1817-‐1819). El caso es que, en ese enero de 1812, con
apenas cincuenta años (30), nuestro boticario atraviesa un periodo de crisis por el
reciente fallecimiento de su mujer, Gertrudis Montenegro, y ha decidido ceder la
botica a su hija, Josefa de Briega y Montenegro, casada con Diego García Herrero
“q
e
la esta sirviendo como mando de aquella…” (31). El dato tiene un indudable
interés para valorar de manera adecuada el papel que juega la mujer en la
profesión farmacéutica; desde luego no la ejerce, pero sí es la propietaria del
establecimiento.
El texto nos aporta otra clave más: la carencia de botica no es óbice para
dejar de pertenecer al Colegio (32); así nos lo confirma el literal de la propia Junta
al presentar éste su cese:
“… teniendo presente q
e
algunos yndividuos de este cuerpo han continuado
en el aun quando hayan dexado sus Boticas en iguales casos al de D
n
. Placido
q
e
lo ha verificado por su comodidad y descanso; q
e
los meritos y servicios de
este respecto del Colegio en el puntual desempeño de todos los empleos q
e
ha
obtenido merecen toda atencion, y lo instruido q
e
se halla en los negocios del
cuerpo pueden serle muy util, se acordó no admitir la despedida del dho D
n
.
Placido y si q
e
continue siendo Colegial de numero como hasta aqui sin
diferencia, de los demas pero dandose cuenta de ello a la Junta G
ral
.…” (33).
Y el acta de la Junta aún nos depara la noticia de un hecho interesante, que
nos muestra, bien a las claras, el carácter gremial con que los boticarios
madrileños conciben su ejercicio profesional; en unión a la renuncia -‐no aceptada-‐
de Plácido de Briega como colegial de número, se presenta el memorial de su yerno,
Diego García Herreros, solicitando ser colegial (34); se le admite de inmediato
como tal, “… dispensandole la operación y Disertacion mediante lo q
e
por punto
general tiene resuelto el Colegio para estos Casos y se ha practicado con los