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cabo un suicidio colectivo mediante la ingesta desmesurada de alimentos exquisitos. La
película es una parábola excesiva sobre la sociedad de consumo que lleva a una lectura errónea
del epicureísmo, en éste caso llevada hasta sus últimas consecuencias.
Absolutamente relacionada con el tema estaría la película
Gordos
realizada por Daniel
Sánchez Arévalo en 2009 en donde se relatan cinco historias de personas obesas reunidas en
un grupo de terapia con un tono de comedia, con algunos toques dramáticos.
Para la nómina de autores literarios gordos: Balzac, Galdós, Flaubert, Dickens,
Chesterton… y de sus personajes obesos entre los que nos encontramos a Jacinta de Pérez
Galdós o Ana Ozores de
La Regenta
de Clarín o la misma madame Bovary de Flaubert, les
propongo la lectura del trabajo que, sobre el tema, nos brindó Almudena Grandes, ella misma
una mujer opulenta, en el ciclo
Con otra mirada
de la Fundación de Ciencias de la Salud.
Añadiré sólo dos nombres que no son del gusto de la escritora. El de Edgard Neville y
Juan Manuel de Prada.
Edgard Neville estudió la carrera de Derecho y entró en el cuerpo diplomático. Su
primer destino fue Washington y en los Estados Unidos se hizo amigo de las estrellas de
Hollywood, singularmente Charles Chaplin. Durante la II República fue miembro de Izquierda
Republicana y se le destinó a la embajada de Londres, en donde Pablo Azcárate no confió
demasiado en él. Luego de romper con los republicanos marchó a París, en compañía de la
actriz Conchita Montes, pese a que estaba casado, tenía un hijo y había pasado una temporada
de gran ajetreo sentimental en América. En 1937 apareció en Salamanca y empezó a
encargarse de las tareas de propaganda del frente franquista. Tras la guerra civil su familia
recuperó casi todas sus posesiones y se dedicó a la actividad literaria y cinematográfica,
además de a su pasión por la gastronomía, con lo cual se convirtió en un hombre muy gordo,
con casa en Marbella dedicado a la buena vida sin molestarse por los encontronazos con la
censura y sin dejar nunca rematada su obra. Su principal interés fue el buen vivir e hizo cuanto
le vino en gana amoldándose a las exigencias históricas del momento sin mayores críticas,
muy por el contrario efectuando un derroche de simpatía y cordialidad. Según Eduardo Haro
Tecglen, después de sus comidas majestuosas pedía sacarina,
porque el azúcar engorda
mucho
. Como podía suceder murió de un infarto. Cansado de que le dieran la murga con su
exceso de peso dejó escrito un epitafio:
aquí yace Edgar Neville, que al final se quedó en los
huesos.