381
Sin embargo la portada del semanario ilustrado español
¡ahí va!
de marzo de 1912
recoge la fotografía de la Bella Montalvito quien, al parecer, había actuado, supongo que con
éxito en varios teatros de España. La tal
belleza
era cupletista y seguramente resultaba
excitante para los sentidos de sus admiradores pero, como se ve, está sobrada de carnes,
cinchada con un potente corsé, dotada de ropas que parecen enaguas amplias y con una mirada
bovina que pretende ser o incitante o simpática. Lo cual explica que, en un mundo sin
globalizar, la moda no era una dictadura tan férrea como parece serlo en la actualidad.
Desde finales del siglo XIX la extrema obesidad se había convertido en monstruosa e
incluso se exhibía como atracción en barracas de ferias. A partir de principios del siglo XX
esos espectáculos empiezan a ser intolerables para la mayoría y el obeso extremo pasa a ser un
caso clínico. Sin embargo el obeso también pasa a ser considerado como alguien que elude el
cuidar de sí mismo, falto de voluntad y de dominio: un fracasado, alguien incapaz de cambiar;
continua siendo un ser estigmatizado.
4 Sobre algunos gordos ilustres.
A lo largo de éstas páginas ya hemos mencionado a varios: miembros de la realeza, de
la aristocracia o personajes literarios.
Entre los reyes españoles algo se ha
dicho ya de los Austrias. Los primeros
Borbones no destacaron, precisamente, por su
gordura, sí por otras patologías más
incapacitantes. En el descarnado retrato que
hizo Francisco de Goya a la familia de Carlos
IV, tanto el monarca como su esposa, la reina
María Luisa, aparecen más que rollizos, con un
aspecto
abotargado
poco
aristocrático,
infrecuente en los retratos efectuados por un
pintor de cámara. Fernando VII se ganó a pulso
su mala prensa entre todos los monarcas
españoles. En su retrato se refleja una gordura
Figura 15. ¡Ahí va! Revista semanal ilustrada (1912).