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contemporaneidad (Gray, 2012), y siendo especialmente válida para rescatarla del
desencanto y alejarla de las tildadas como “distopías”. (Navarro, 2016)
La mencionada “Isla de la Utopía” de Moro, emergió como referente histórico en la
génesis de numerosas instituciones de Educación Superior. Con la “utopía de la
insularidad”, se gestaron dos paradigmas arquitectónicos de largo recorrido
temporal: el claustro y el campus norteamericano. Compartiendo el afán por crear
una comunidad ideal, abstraída del entorno, se diferenciaban no obstante con
evidencia espacial en su composición. El claustro se valía de un armazón
arquitectónico compacto, legatario de los monasterios, que tributaron siempre a la
“utopía agustiniana” (Herrera, 2013). Como planteamiento alternativo, el campus
transoceánico se planificó como macroconjunto segregado de la ciudad, fiel a una
postura de ensimismamiento que anhelaba preservar su ámbito del bullicio
metropolitano.
Las universidades comenzaron a proliferar en el Viejo Continente a partir del siglo
XIII, si bien antes se habían establecido instituciones como Bolonia, Oxford y París.
Estos hitos históricos encarnaron una suerte de “utopía de la integración” del
corpus universitario dentro del tejido urbano. Al revisar el devenir de las
universidades a lo largo de sus primeros siglos de existencia, debe mencionarse
una tipología arquitectónica surgida en un pasado lejano, el “edificio-Universidad”.
Hasta el siglo XV, las actividades universitarias disponían normalmente de locales
de escasa calidad, dispersos por los centros urbanos. Su imagen no hacía justicia a
la relevancia de la unción que albergaban. Pero en este periodo tuvo lugar el
surgimiento de dicho formato, de carácter plenamente innovador. El “edificio-
Universidad” agruparía a cuantos elementos fueran considerados como necesarios
para la docencia (aulas, capilla, biblioteca, etc.). Pueden destacarse como ejemplos
las Escuelas Mayores de Salamanca, edificadas a partir de 1415, o, más tarde, o -
más adelante- el Archiginnasio de Bolonia, diseñado en 1563 por Terribilia, al que
siguieron en Europa soberbios ejemplares renacentistas, barrocos (como la
magistral Sant´Ivo alla Sapienza que trazase Borromini) y neoclásicos. Todos ellos
encarnaron una suerte de “utopía figurativa”, al otorgar al corpus arquitectónico la
facultad de expresar los valores universitarios. Como representante paradigmático,
debe hacerse referencia a la magistral obra de Borromini, Sant´Ivo alla Sapienza,
ubicada en el corazón romano.
Mención aparte resulta el apuntado caso de París. A inicios del siglo XIX se creó la
institución napoleónica, cuyos postulados se basaron en el perfil imperial,
centralizado y burocrático, fiel a la “utopía iluminista”. Su implantación dentro del
barrio latino de la capital del Sena dispuso agrupaciones pabellonarias,
consecuencia de la fragmentación en cátedras y departamentos. Podría formularse
La arquitectura como utopía planificada en la Universidad: una lectura transversal…|41