166
J. San Martín y A. Valero
1. COMIENZOS Y EVOLUCIÓN DEL BALNEARIO EL RAPOSO
El balneario de El Raposo, situado en la Tierra de Barros, es conocido desde
mediados del siglo XIX, especialmente por la utilización de sus barros o lodos. Cuenta la
tradición que hacia 1860 una cochinita aquejada de inflamaciones y dolor en las
articulaciones no pudo seguir a la piara que cuidaba un guarda de una extensa finca, que
pertenecía al valle de “El Raposo”. Cuando el guarda la buscó, un día después, la encontró
tumbada y cubierta de lodo en una de las charcas que forma un arroyo que atraviesa la
finca; creyó que estaba muerta pero se sorprendió al comprobar, tras zarandearla, que la
cochinita se levantaba con agilidad. Se había curado.
La noticia de la sanación de la cochinita, se difundió entre los ganaderos y habitantes
de la zona quienes empezaron a utilizar los fangos no solo para curar algunas enfermedades
de los animales sino también las personas que sufrían dolores en las articulaciones que les
dificultaba la movilidad.
Los resultados fueron tan satisfactorios y evidentes que su fama se extendió y fue
incrementando el número de enfermos que acudían a ese lugar que ya era conocido con el
nombre de “La Cochinita”, pasando después a llamarse con el nombre actual “El Raposo”
por estar enclavado en la finca donde se ubica el balneario y que proviene de la abundancia
de zorros en la zona.
Una vez más, el instinto, la casualidad, seguido de la observación de los hechos y el
tanteo, fueron los factores que favorecieron el uso de las aguas y barros de El Raposo.
La fama de estas aguas y lodos fue tal que, a principios del s. XX una mujer, Doña
Fernanda Durán creyó en la necesidad de mejorar las primitivas charcas o estanques para
baños en el exterior (Figura 1) con construcciones que posibilitaran a las personas, el
acceso al arroyo de El Raposo para tomar el lodo del fondo y aplicárselo (Figura 2) (1).
