Gonzalo Gómez Alarcón, Cesáreo Sáiz Jiménez
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La biodegradación es una descomposición orgánica por microorganismos,
en la que los materiales pueden transformarse en sustancias más simples, caso de
contribuir al reciclaje de nutrientes o a la eliminación de contaminantes en la
naturaleza (pesticidas, plásticos, etc.).
Biodegradación y biodeterioro son términos que se confunden fácilmente y
son utilizados indistintamente, tanto en la literatura científica como en el lenguaje
coloquial, y que se deben utilizar en su propio contexto.
Recientemente, se está prestando atención al concepto bio-‐receptividad (1),
que se define como "la capacidad de un material para ser colonizado por uno o
varios grupos de organismos vivos sin sufrir necesariamente un biodeterioro", o
como "la totalidad de las propiedades de los materiales que contribuyen al
establecimiento, colonización y desarrollo de fauna y flora. Según Guillitte (2) se
pueden distinguir tres tipos de bio-‐receptividad: primaria, que corresponde al
potencial intrínseco de un material para ser colonizado; secundaria, que es la
habilidad de un material alterado por el efecto de los agentes atmosféricos para ser
colonizado; y terciaria, que es la colonización de un material ya alterado por el
hombre, como por ejemplo, después de un tratamiento de conservación.
Recientemente se ha descrito un caso de bio-‐receptividad terciaria en la iglesia de
San Roque, Campeche, México (3). Con todo, los casos más frecuentes son los de
bio-‐receptividad secundaria, ya que la alteración de una roca expuesta a la
intemperie cuyos elementos minerales han sido movilizados por los agentes
atmosféricos, facilita la colonización de microorganismos y organismos
fototróficos.
Prácticamente la totalidad de grupos de microorganismos, sean
quimiosintéticos, heterótrofos o fotótrofos intervienen en el deterioro de la piedra
y materiales de construcción (calizas, areniscas, morteros, adobe, ladrillos),
mientras que otros grupos de organismos son selectivos en la alteración de
determinados tipos de materiales (basidiomicetos especializados en la
degradación de la madera, bacterias celulolíticas que deterioran el papel, etc.).
Los organismos implicados en los procesos de biodeterioro de monumentos
abarcan desde las bacterias, arqueas, hongos, algas, líquenes y musgos hasta las
plantas superiores (4). En muchos casos aparece una colonización inicial por
organismos pioneros (bacterias, algas, líquenes) que abren el camino a otros,
pudiéndose observar sucesiones de distintas comunidades. Así, tenemos como
ejemplos la colonización bacteriana de pinturas rupestres (5), los ataques de
hongos en pinturas murales modernas (6) o monumentos (7-‐9), la colonización de
algas en ambientes subterráneos, favorecidas por la humedad y la iluminación
artificial (10, 11), o a la intemperie (12) y la destrucción de mosaicos por líquenes,
musgos y plantas superiores (13). En ciertos casos estos procesos de biodeterioro
pueden controlarse o evitarse con un mantenimiento adecuado y la aplicación de