Gonzalo Gómez Alarcón, Cesáreo Sáiz Jiménez
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murales de la necrópolis de Carmona habiéndose encontrado una interesante
asociación entre cianobacterias y arqueas (21), mientras que en la cueva de
Altamira y Tito Bustillo se demostró la presencia de acidobacterias (5). Su función
metabólica en esos ecosistemas es actualmente desconocida y su estudio
constituye una línea actual de investigación.
Hace treinta años se estudió el deterioro de las pinturas murales del
monasterio de La Rábida (Huelva), por la contaminación ambiental de un Polo
Industrial (6). Se demostró que esta contaminación afectaba a las pinturas y que la
deposición de los gases y aerosoles orgánicos e inorgánicos sobre los murales, así
como la filtración de agua a través de los muros condujeron a su deterioro y
posterior colonización por bacterias y hongos. En dichas pinturas la presencia del
hongo
Cladosporium sphaerospermum
representó un importante factor de
biodeterioro. La restauración de las pinturas, el control de los parámetros
ambientales,
entre ellos evitar la entrada de aire del exterior,
la
impermeabilización de los muros exteriores y la perforación de estos e
introducción de una barrera de resina epoxídica para evitar el ascenso por
capilaridad del agua del subsuelo, permiten hoy contemplar los murales en todo su
esplendor. Cuando se estudia la conservación de los monumentos, uno de los aspectos
más dramáticos es comprobar, bien mediante observaciones a lo largo de los años
o mediante documentación fotográfica, el acelerado proceso de biodeterioro y
cómo las plantas son capaces de invadir y deteriorar pirámides mayas (22),
mosaicos romanos excavados y expuestos a la intemperie (23), o invadir y
fracturar estatuas, debido a la presión ejercida por sus raíces (Figura 2).
Figura 2.-‐
Daños producidos por plantas en una estatua de terracota de la Puerta del Perdón,
Catedral de Sevilla, en el año 1990.
En la ciudad romana de Itálica, España, tenemos ejemplos de mosaicos