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los procesos moleculares y en la armonía de funcionamiento de los distintos centros
reguladores del hambre, apetito y saciedad, así como una potencial predisposición genética.
Al margen de las características génicas, en el proceso de desarrollo de la obesidad confluyen
sin duda colaborativamente factores determinantes exógenos, como son el consumo de
alimentos y bebidas de alta densidad energética, sedentarismo, bajo consumo de frutas y
verduras, alteraciones del peso al nacimiento, ausencia de lactancia materna, etc., con una
serie de condicionantes ambientales como un nivel sociocultural y/o socioeconómico bajo, o
entorno desfavorecido, y otros aspectos del entorno que directa o indirectamente influyen
sobre las conductas alimentarias, y la respuesta fisiológica del organismo a la actividad
física.
Existe abundante evidencia epidemiológica que sostiene los efectos beneficiosos para
la salud de un
Estilo de Vida Mediterráneo
(EVM)
, y sin duda un mejor comportamiento en
cuanto al equilibrio del balance energético. Aunque la evidencia no es todavía concluyente,
sí se sugiere de manera clara un efecto protector de la llamada
Dieta Mediterránea
,
entendida como una auténtica
filosofía de vida
, sobre el sobrepeso y la obesidad y un mayor
grado de vida activa.
Nuestro sustrato cultural y antropológico precedente favorecería la
aceptación de prácticas de consumo alimentario y estilo de vida que resultan familiares a
pesar de que las tendencias recientes hayan impulsado en cierta medida su abandono.
Los rápidos cambios sociales y en el modo de vida acontecidos a lo largo de las
últimas décadas, se han reflejado en un progresivo abandono del perfil tradicional
característico del
Estilo de Vida Mediterránea
(EVM) en España, y en otros países de la
región mediterránea, especialmente en los colectivos de edad más joven, y entendida siempre
no sólo en “lo que como” y “lo que bebo”, sino también en “cómo lo cómo” y “cómo me
muevo”, es decir, los aspectos sociales de la EVM. También se han experimentado cambios
importantes en otros estilos de vida, como la práctica de actividad física en nuestro ámbito
mediterráneo. Sin duda, los avances tecnológicos y la mejora en las condiciones
socioeconómicas de vida son factores estrechamente relacionados con esta transformación.
Mejores condiciones de aclimatación tanto en las viviendas como en los lugares de trabajo
(el denominado
confort térmico
y su impacto en el gasto energético), mecanización de las
tareas laborales que requieren menor esfuerzo físico en la mayor parte de los casos, mejora
en los transportes públicos, y un aumento enorme en el empleo del transporte motorizado