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privado, etc. Pero también se han producido cambios importantes en las actividades en el
tiempo libre, que de manera definitiva han contribuido a aumentar el tiempo de sedentarismo
y a reducir la cantidad de actividad física. En este sentido, debe recordarse que la energía
consumida durante la actividad física es el componente más variable del gasto total de
energía. Incluye la que se destina al ejercicio físico voluntario, así como la que se utiliza
involuntariamente en actividades y control postural. El coste energético de la actividad física
depende de factores como la composición corporal, la intensidad y duración del ejercicio
físico, así como de la eficacia neta del trabajo. Por otra parte, la actividad física suele guardar
una relación inversa, tanto con la edad como con la adiposidad. En definitiva, parece que
cada vez nos cuesta más modular el balance energético, y tanto a nivel individual como
colectivo.
El conocimiento de los requerimientos energéticos es esencial para establecer
correctamente las recomendaciones nutricionales para los distintos grupos poblacionales. Es
importante también recordar que no resulta factible medir el consumo de energía total, o el
gasto energético de reposo en todos los casos en los que se requiere información acerca de
los requerimientos energéticos de una persona. Por otro lado, el establecimiento de
recomendaciones de ingesta energética se ha basado fundamentalmente en estimaciones del
consumo de alimentos registrados o notificados por la propia persona, métodos factoriales y
estudios de balance. En la actualidad, se cree que estos métodos no proporcionan
estimaciones exactas y objetivas del consumo de energía de una persona. En definitiva,
existe consenso en la necesidad imperiosa de desarrollar estudios que permitan cuantificar
adecuadamente el denominado “balance energético”, de acuerdo a las características del
individuo del siglo XXI, y los diversos factores que lo pueden condicionar.
El
estilo de vida sedentario,
o mejor dicho,
estilo de vida inactivo
es una
característica común del estilo de vida de sociedades desarrolladas, y de manera aún más
marcada de los países mediterráneos del sur de Europa. En el caso de la población infantil,
situaciones como la menor seguridad vial y ciudadana han hecho que disminuya de forma
considerable el porcentaje de éstos que se desplazan a pie o en bicicleta hasta el colegio y
que juegan solos en la calle. O acudan a parques, o espacios públicos a practicar juego, ocio,
etc. Este aspecto entraría dentro del llamado “efecto canguro protector” que muchos padres
adoptan ante sus hijos y que no les permiten correr y jugar en la calle con “libre albedrío”.