Los remedios preservativos de la Peste: Primero la huida
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muy caros, realizados a partir de piedras preciosas, imprescindibles en las boticas de
reyes y gentes con gran poder adquisitivo.
Observamos la gran fiabilidad otorgada a la Triaca, pero no se considera el
medicamento único para preservar de la peste.
A principios del siglo XVII, Nicolao Bocangelino seguía aconsejando la Triaca y el
Mitridato como los mejores preservativos y curativos de la enfermedad
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. Luego de
una larga discusión sobre si se debe ingerir con las bebidas o administrar por vía
externa, y de hacer unas puntualizaciones al libro de Laguna, proporciona sus propios
antídotos, complejísimos, diferentes para el invierno y el verano.
Expondré, a continuación, una síntesis de las principales fórmulas magistrales y
simples medicinales, utilizados para prevenir el contagio de la Peste durante la Edad
Moderna.
A lo largo del Barroco, alguno de estos remedios mágicos, cayó en un relativo
descrédito, sin dejar de confiarse en ellos para la preservación pestífera.
La gran abundancia de simples y compuestos farmacológicos recomendados, la
extrema dificultad de obtenerlos, en su mayoría, y la escasa supervivencia de quienes
los pudieron emplear, serviría para mantener el prestigio preventivo de los fármacos.
Con que un solo superviviente atestiguara haberse servido de la triaca, del mitridato,
de alguna piedra preciosa, del unicornio, de la mirra o de cualquier otra sustancia
aromática, bastaría para mantener su crédito, ante tanta impotencia, tanto terror y
tantísima desesperanza. Si se hubieran llevado controles sobre la medicación, otro
gallo hubiese cantado, pero ni era costumbre, ni se hizo, ni sobrevivieron la mayoría
de los sanitarios dedicados al tratamiento de los enfermos. Ellos hubiesen podido
advertir sobre la ineficacia de los remedios preventivos, pero la mayoría fueron
arrebatados por las epidemias.
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Nicolao BOCANGELINO,
Libro de las enfermedades malignas y pestilentes, causas, pronósticos, curación y preservación
,
Madrid: Luis Sanchez, 1600, pág. 130