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una escena ocurrida años antes, al oler o ver un plato de alimento que recordaba
algo equivalente que hacía nuestra madre o alguien querido? El hipocampo es
responsable en gran medida de los mecanismos cerebrales que unen nutrición
con felicidad, felicidad con nutrición. Es algo más que placer, es emoción, algo
que hace que busquemos en el pasado, en la experiencia. Una reducción del
volumen del hipocampo y de áreas relacionadas, como la c
orteza anterior del
cíngulo y los núcleos amigdalinos
, conlleva alteraciones del número de circuitos y
del equilibrio de neurotransmisores (97) y, por tanto, de la capacidad de llegar a
la felicidad a través de la comida.
El que come sólo en un restaurante normalmente sufre afectación negativa
del apetito y del gusto. Se sabe también que una mesa bien arreglada provoca un
efecto excitante sobre aquellos.
Se come con los ojos
dice el proverbio castellano,
pero también con una buena compañía. En palabras de Cruz Cruz,
el comer en
compañía es el fenómeno por el que el hombre transciende de hecho o realmente
su animalidad. Es conveniente y terapéuticamente recomendable que el hombre
no coma sólo; el modo social de comer salva al hombre de su egoísmo animal o
natural
(71). No sólo eso, muchos regímenes terapéuticos, como la dietoterapia
antiobesidad, fracasan cuando se realizan sin complicidad (98). La práctica del
autoservicio
, de los
brunchs
,
buffets
son nada recomendables, cada individuo
selecciona lo que consume, sin conexión con los que le rodean, sin vínculos, sin
compartir.
La dieta mediterránea supone compartir, disfrutar aunque sea de una
comida modesta, de aquello que se tiene en común. Aparecen lazos intangibles
de amor por aquel que ha preparado y reparte la comida, del que quiere lo mejor
para todos lo que se sientan a su mesa. La dieta mediterránea es un ejemplo de
un comportamiento alimentario adecuado en el que además de comida hay
reparto, compartir y sobremesa. Nuestro grupo ha realizado estudios en
colectivos que seguían modelos de consumo típicamente mediterráneos, todo
compartido, eran profundamente felices y sus marcadores cardiovasculares y
hematológicos envidiables (87). Cuando se incluyó en su dieta un aceite no
tradicional, oleína de palma, decían que el diablo se había metido en la cocina.
También en un colectivo de mujeres embarazadas del Estudio Mérida (99), la
fritura era una técnica habitual y en aquellas en la que la adherencia a la dieta
Mediterránea (y al estilo de vida y comida) fue mayor, la ganancia de peso
durante gestación fue más correcta y sus hijos presentaron mejores niveles al
nacimiento de insulina, y glucosa y de otros marcadores de sensibilidad a la
insulina (100).
Estamos en un mundo donde la infelicidad es una enfermedad cada vez
más frecuente y la felicidad una virtud rara como dice Serrat en su disco “En