An. R. Acad. Farm. vol 79 nº 1 2013 - page 46

J. M. Medina
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que creemos que los demás piensan de nosotros, así como el estado de la situación
presente. Asimismo, el lóbulo frontal controla todas aquellas capacidades que
constituyen la inteligencia. En él, además de controlarse las emociones, radica
nuestra capacidad de concentración, anticipación y planificación, así como el
control de la memoria. En resumen, en el lóbulo frontal se elaboran y mantienen
las ideas, la característica esencial de nuestra mente.
Por consiguiente, no es de extrañar que el habla, posiblemente la
característica más distintiva del hombre, también se localice en el área prefrontal.
En este sentido, se acepta de una manera general que el lenguaje y la inteligencia
están fuertemente unidos. Si esto es así, sólo el
Homo sapiens
ha sido inteligente.
En efecto, para que se produjese este cambio revolucionario, el Homo tuvo que
sufrir importantes cambios anatómicos. La laringe hubo de descender para emitir
los primeros sonidos guturales. Este hecho tuvo lugar tan lejos como en el
Homo
ergaster
(1,8 millones de años). Sin embargo, la calidad de estos sonidos no
permitía más que una comunicación deficiente, muy lejana de la utilizada por el
hombre actual. Era necesario ser capaz de pronunciar las vocales, verdaderos
pivotes en los que se sustenta el lenguaje. Según Arsuaga esto aconteció más tarde,
en el
Homo sapiens
, gracias al acortamiento horizontal del aparato fonador
(aproximadamente hace 300.000 años) (Arsuaga y Martínez 1998).
En resumen, sólo a nuestros antecesores más cercanos podemos
considerarlos como plenamente inteligentes, aunque se trata de la coronación de
un proceso, el de la aparición de la inteligencia, que comenzó años atrás.
Así, la “inteligencia tecnológica” data de hace 2,5 millones de años,
momento en que se fabrican los primeros utensilios de piedra. Un millón de años
más tarde (hace 1,5 millones de años) se llega a la perfección con el hacha lítica de
dos caras simétricas. Un millón más es necesario para otro paso definitivo, la
invención del fuego (0,25 millones de años). Esta época coincide con los primeros
enterramientos (0,3 millones de años), señal de que en este tiempo nuestros
antepasados poseían el sentido de la trascendencia.
Es necesario destacar que el sentido de la transcendencia es una de las
claves de la existencia de la mente, por lo que podemos datar hace 300.000 años, el
nacimiento de la “inteligencia filosófica”, verdadera clave de la mente. A partir de
este momento se comienzan a pronunciar las vocales, imprescindibles para una
comunicación coherente y fluida.
Más tarde, los indicios de la mente empiezan a aparecer por doquier. El
adorno personal (35.000 años) y las maravillosas pinturas de Altamira y Lascaux
(17.000-­‐14.000 años) son un buen índice de ello.
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