Desarrollo perinatal del cerebro
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importantes, tales como la diferenciación neuronal y la glial, así como la
neurogénesis secundaria y la sinaptogénesis.
Sea como fuere, el supuesto parto prematuro contesta al cómo se ha llevado
el proceso neoténico, aunque no al porqué, es decir, a cuáles fueron las causas
últimas que provocaron la instauración sistemática del parto prematuro en
nuestra especie. Todo parece indicar que el adelanto del parto tuvo lugar como
consecuencia de la excesiva encefalización del feto de nuestra especie, que
aumentó de tal manera su tamaño que superó la capacidad del estrecho superior
de la pelvis (Arsuaga y Martínez, 1998).
A las dificultades originadas por el tamaño del cráneo del feto a la hora del
parto hay que añadir las derivadas de la postura erecta que la mujer adopta como
consecuencia de la bipedación. Así, en los simios el coxis se sitúa de manera que el
orificio pélvico coincide casi en línea recta con la vagina. En la mujer, sin embargo,
el feto una vez que atraviesa la pelvis tiene que girar dorsoventralmente para
embocar el cuello uterino.
De todas maneras, la instauración de la bipedación y, por consiguiente, la
colocación cuasi-‐sagital de las caderas ocurrió, posiblemente, antes del adelanto
del parto, puesto que, si éste se debió a un exceso de encefalización, es a partir del
Homo habilis/rudolfensis cuando el tamaño del encéfalo se duplica en relación a
los simios. En efecto, dado que la cadera de Lucy (
Australopithecus afarensis
) ya se
parece mucho a la de la mujer actual, el primer tramo de encefalización, hasta el
Homo habilis/rudolfensis
, en el que se duplica el volumen del encéfalo, tiene lugar
cuando la disposición de las caderas ya impide un parto fácil. Es, posiblemente, en
este tramo, de aproximadamente un millón de años, cuando se instaura el parto
prematuro.
La instauración de esta pauta en el adelanto del parto se llevó a cabo,
posiblemente, bajo las crueles reglas de la selección natural. Aquellas mujeres en
que se le adelantó el parto sobrevivieron junto a su prole. En las que
fisiológicamente siguieron su curso, el tamaño del encéfalo impediría el parto
provocando, posiblemente, la muerte de ambos, madre y feto.
Una visión menos catastrofista y, posiblemente, más real, propondría que el
excesivo volumen del encéfalo con respecto a la edad gestacional provocaría el
parto prematuro a través de los mecanismos habituales. Quizás el elevado volumen
del feto presionaría la decidua aumentando la producción de PAF ("platelet
activation factor"), induciendo la secreción de las prostaglandinas F2α y E2, lo que
incrementaría los efectos de la oxitocina sobre las contracciones del útero. Si fuese
así, se salvaría la vida de la madre y del hijo, además de dar un salto genial en el
desarrollo de nuestra especie.