An. R. Acad. Farm. vol 79 nº 1 2013 - page 48

J. M. Medina
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falsar nuestra hipótesis. Así, el peso del cerebro de nuestro recién nacido es muy
inferior al del adulto, en una proporción muy lejana a la mayoría de las especies.
De hecho, la mayoría de los mamíferos son "precoces", es decir, su cerebro se
desarrolla pronto en el seno de la madre. Por el contrario nuestra especie es
claramente "no precoz", puesto que el 80% de su desarrollo se realiza tras el parto,
a lo largo de los cuatro primeros años de vida extrauterina (Figura 1).
Figura 1.-­‐
Vida intrauterina-­‐extrauterina. Modificado de Dobbing and Sands (1979) Early Hum
Devel 3: 79-­‐84.
Es necesario resaltar que todo parece aconsejar el desarrollo intrauterino,
puesto que en el seno de la madre el feto se encuentra perfectamente protegido de
las agresiones fisicoquímicas externas. En este entorno, termorregulado y
amortiguado, el desarrollo transcurre armónicamente, sin distorsiones ni
influencias indeseables. Es más, los monos, es decir, nuestros más cercanos
predecesores en el árbol evolutivo, han optado por la precocidad, puesto que
consuman el desarrollo de su cerebro mucho antes de acceder a la vida
extrauterina. Pero olvidamos que la evolución es la antítesis del confort, puesto
que la selección natural es, sin duda, el paradigma del cambio.
Pensaremos, quizás, que el peso del cerebro (Figura 1) es un burdo índice
del desarrollo cerebral y que, si investigamos a fondo, encontraremos en nuestro
recién nacido un Sistema Nervioso avanzado en su dimensión microscópica
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