Riesgos sanitarios de la contaminación de suelos
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Dentro de la complejidad de los procesos de retención de contaminantes se
podría establecer una división según su constitución, en a) inorgánicos, b)
orgánicos y c) particulados. En relación con los materiales inorgánicos, los de
carácter catiónico tienen una especial afinidad por el suelo debido a la carga
negativa predominante en las superficies activas del suelo. De todas formas se
podrían establecer diferencias con las uniones de los cationes al suelo, según sean
“fácilmente intercambiables” con las superficies activas del suelo, “complejados”
con la materia orgánica y “ocluidos” o “coprecipitados” con óxidos metálicos,
carbonatos, fosfatos, etc. Los materiales inorgánicos aniónicos se unen con mayor
dificultad al suelo. Solo en los casos donde este puede llegar a desarrollar en sus
superficies activas cargas positivas (presencia de óxidos de hierro a bajos pH, etc.)
o se pueden establecer “puentes catiónicos”, estas uniones pueden llegar a tener
cierta importancia.
En el caso de los materiales orgánicos de elevado peso molecular, las
uniones que se establecen con el suelo pueden ser de índole muy variada (fuerzas
London-‐Van der Walls, electrostáticas, enlaces de hidrógeno, enlaces coordinados,
etc.) y alcanzar intensidades de muy diversa magnitud.
En el caso de los materiales particulados son de gran interés los
mecanismos de retención que afectan a bacterias y virus. Para las primeras, habría
que tener en cuenta, en primer lugar, como consecuencia de su mayor tamaño, la
retención mecánica por el espacio poroso del suelo. Por otra parte, existe la
posibilidad de que se produzcan uniones de tipo electrostático dependiendo de la
carga de la membrana celular que, a su vez, por su carácter afótero estaría
regulada por el pH del suelo. De todas formas cualquier tipo de unión que puede
tener lugar con las moléculas orgánicas (Van der Walls, puentes de H, puentes
catiónicos, etc.) puede ser posible, dando origen a lo que Marshall, K.S. (1980)
define como uniones “reversibles”, puesto que se destruyen con relativa facilidad.
Frente a ellas estarían las “permanentes” donde una serie de substancias, como
polímeros orgánicos y otras substancias coloidales, “anclarían” firmemente la
célula al suelo.
En el caso de los virus las interacciones físico-‐químicas con la matriz edáfica
tendrían especial relevancia en los procesos de retención, pues, como
consecuencia de su menor tamaño (de 0,5 a 0,02 micras), la retención mecánica
tendría mucha menos importancia. El cápsido proteico de los virus se comporta
como un coloide afotérico (Bitton, G. 1980) con cargas dependientes del pH, de tal
forma que un incremento del pH tiende a incrementar el comportamiento aniónico
de los virus, lo que conllevaría una menor retención por las superficies activas del
suelo. Por otra parte, la presencia de cationes en la solución del suelo tiende a
incrementar la retención, mientras que la materia orgánica disuelta tiene el efecto
contrario.