Nutrición y felicidad - page 10

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Varela había instalado, aprovechando las aguas teóricamente idóneas del arroyo
Cantarranas. Siempre recordaré a una trucha que “sabía” que yo le daría de
comer, que yo la alimentaría. Se creó todo un rito entre la trucha y yo, me
recordaba a las páginas del Principito, el zorro, la domesticación, el rito a la
misma hora y del mismo hecho (16). Se colocaba mirándome, moviendo la cola
de forma frenética, en medio de una pecera como si me estuviera rogando que le
diera comida lo antes posible.
El comportamiento alimentario es un algo complejo que se inicia mucho
antes de que el alimento “caiga” a nuestra boca o llegue a nuestro estómago. Es
la fase cefálica de la digestión. Basta el recordatorio, una palabra, una foto, un
recuerdo para que se disparen mecanismos que nos preparan para el acto de
comer. La sensación de estómago vacío, el alargamiento entre comidas origina la
puesta en marcha del comportamiento alimentario. Se activa todo un mecanismo
de atención, de búsqueda. Cambiamos de postura, erguimos la cabeza,
ampliamos la entrada de aire por nuestras fosas nasales para activar con
moléculas químicas nuestros receptores olfatorios, nuestra visión se adapta para
una mejor localización de aquello que puede ser comido, cambiando de forma
adecuada la acomodación del cristalino, nos movemos hacia … e interaccionamos
(11-13).
Tremendamente condicionantes en el comportamiento alimentario son las
señales que parten de nuestros sentidos. Disponemos de multitud de receptores
que desgranan la información sensorial relacionada con el alimento y con el acto
de comer, con la interacción de la comida con nosotros (10-13,17). Receptores
gustativos localizados estratégicamente en la lengua, paladar, nasofaringe.
Receptores de temperatura, volumen, osmóticos colocados en nuestro digestivo.
Receptores olfativos que discriminan olores y contribuyen a informar del
flavor
.
Conos y bastones engarzados con células bipolares en nuestra retina para
detectar movimiento, tamaño, formas, colores. Receptores auditivos que
informan del sonido, que hacen que el alimento se convierta en agradable por ser
crujiente y sonar en nuestras fauces.
La información dividida en sus componentes más básicos viaja en forma de
potenciales de acción aprovechando el camino rápido de la conducción saltatoria.
Desde allí, haciendo estación de relevo, la experiencia sensorial se dirige a áreas
primitivas del cerebro, el rinencéfalo/sistema límbico, al hipotálamo, a áreas de
nuestro cerebro relacionadas con el premio y castigo, con el placer y el displacer,
en suma con la felicidad (10-13,17).
En los niños recién nacidos, nos dice Costell (10), existe una reacción
claramente positiva de acercamiento a los estímulos dulces y de rechazo a los
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