An. Real. Acad. Farm. vol 79 nº 3 2013 - page 31

Lípidos y diabetes tipo 2
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En opinión de algunos científicos la insistencia en el carácter glucídico de la
enfermedad podría haber desviado la atención del importante papel de los lípidos
en el desarrollo de la patología. En un artículo publicado en 1992 en la revista
Science titulado “
Si Minkowski hubiera sido agéusico. Una visión alternativa de la
diabetes
”, J. Denis McGarry especula con la posibilidad de que Minkowski, hubiera
perdido la capacidad de distinguir el sabor dulce de la orina de los perros a los que
previamente había convertido en diabéticos tras una pancreatectomía. En ausencia
del sentido del gusto, razona McGarry, tal vez habría sido capaz de detectar el olor
de los cuerpos cetónicos, algo que sin duda habría dirigido a la comunidad
científica hacia el estudio del metabolismo de los lípidos (4).
EL CICLO DE RANDLE Y EL MODELO LIPOGÉNICO DE LA DIABETES
A pesar del énfasis en el metabolismo de la glucosa, la relación entre los
lípidos y la resistencia a insulina se conoce desde hace tiempo. Estudios llevados a
cabo en músculos humanos han determinado que la presencia de lípidos en el
interior de la célula muscular constituye el mejor predictor de la resistencia a
insulina en ese tejido (5). De la misma forma, la resistencia a insulina hepática está
muy relacionada con el contenido de lípido intrahepático, siendo este un mejor
indicador que la propia adiposidad visceral (6)
Las primeras observaciones experimentales sobre las conexiones entre un
aumento de los niveles de lípidos y la ralentización del metabolismo de la glucosa
fueron publicadas por Randle, quien incubando preparaciones de músculo con
ácidos grasos observó un incremento de los niveles de glucosa y glucosa 6-­‐fosfato,
así como un aumento de los depósitos de glucógeno intracelular. Basándose en
estos resultados propuso un mecanismo de regulación alostérico consistente en la
inhibición de la piruvato deshidrogenasa a causa del aumento de los cocientes
acetil CoA/CoA y NADH/NAD
+
en el interior de la mitocondria. El consiguiente
incremento de citrato inhibiría dos pasos de la glucolisis: la conversión de glucosa
a glucosa 6-­‐fosfato, catalizada por las hexoquinasas y la formación de fructosa 1,6-­‐
bisfosfato, la reacción clave en la regulación de la glucolisis. Por su parte la glucosa
6-­‐fosfato acumulada en ausencia de glucolisis sería derivada a la formación de
glucógeno (Figura 1) (7, 8). Este mecanismo pudo ser demostrado en animales en
los que infusiones de elevadas cantidades de lípidos en cortos períodos de tiempo
producían un aumento de glucosa 6 –fosfato (9) y, así, la hipótesis de Randle se
mantuvo como paradigma de la diabetes a lo largo de varias décadas.
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