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especializadas para el depósito intracelular de las reservas grasas del organismo. El tejido
adiposo blanco (TAB) funciona, también, como órgano endocrino que vierte hormonas y otros
factores a la circulación e influye en la actividad metabólica de otros tejidos.
Es el órgano
endocrino de mayor tamaño en el organismo y el segundo tejido en importancia para el
mantenimiento de la homeostasis metabólica, (correspondiendo al hígado el papel principal en
el desempeño de esta función).
El aumento del TAB se produce por hipertrofia de los adipocitos (como consecuencia del
incremento de los lípidos intracelulares) y por hiperplasia adiposa. Ambos procesos se asocian
con anomalías de la función de estas células y motivan
la producción y secreción incontrolada
de adipoquinas, ácidos grasos libres e intermediarios inflamatorios por los adipocitos. Estas
alteraciones del TAB afectan a la función celular de otros órganos y sistemas originando, las
manifestaciones clínicas y secuelas de la obesidad (Figura 2)
En las dos últimas décadas se han realizado investigaciones encaminadas a la cuantificación
y caracterización metabólica del tejido adiposo visceral (intra-abdominal, recubre el peritoneo,
une las vísceras entre sí), en contraposición al subcutáneo y se ha puesto de manifiesto que la
cantidad de tejido adiposo visceral se correlaciona directamente con un perfil de riesgo
metabólico gravemente alterado, que precede al desarrollo de la diabetes tipo 2 (DM2) y a la
enfermedad cardiovascular. De manera que son los pacientes con obesidad visceral (central) los
que forman el subgrupo de individuos con las alteraciones más graves del metabolismo.