Las causas de la Peste durante el Medioveo y la Edad Moderna
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aire, manifiesta por su mal olor, en principio, no debía ser contagiosa de persona a
persona. Desde la Edad Media, la más empírica observación les llevó a sospechar lo
contrario.
Hoy sabemos que, además del contagio de la picadura de las pulgas, existe otro
de enfermo a enfermo, menos virulento pero también importante. En él, las bacterias
de la
Yersinia pestis
son transmitidas al aparato respiratorio por las gotitas de Pflügge
que el apestado emite al hablar o toser y produce una neumonía aguda. A ella se le
debe el color negro de los enfermos (Peste negra); mientras a los picados por las
pulgas se les inflamaban, de forma tumefacta, los ganglios inguinales y de las axilas
(Peste bubónica).
Pese a las teorías patológicas, desde 1348 al menos, se tenía noción del
contagio. Guy de Chauliac, en su libro sobre la terrible epidemia de Avignon de 1348,
escribe:
El padre no visitaba al hijo, ni los hijos a los padres; estaba la caridad
muerta…fue temida por los médicos, porque no se atrevían a visitar a los
enfermos por miedo del contagio…
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La noción de contaminación nosológica se fortaleció con la obra del veronés
Girolamo Fracastoro (1483-1553). Estudiante en Padua, ejerció en su ciudad natal y
fue nombrado
medicus ordinarius
del Concilio de Trento. En 1545 publicó
De simpatía
et antipatía rerum
(sobre la simpatía y antipatía de las cosas), en donde desarrollaba
los conceptos neoplatónicos de atracción y repulsión en el universo y en el ser
humano. Los aplicó a la patología en
De contagione et contagioosis morbis
(Sobre el
contagio y las enfermedades contagiosas) (1546). Los agentes causales de ese tipo
de dolencias serían los
seminaria
(semilleros), generados en los humores
“
corrompidos
” de los organismos productores de enfermedades contagiosas.
Algunas
veces –
escribe-
la putrefacción es una simple disolución… pero otras consiste en una
generación particular… El contagio es una putrefacción que va de un cuerpo a otro
próximo o lejano.
Se trataría de algo vivo (por eso se le considera uno de los
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Cit. Por José María LÓPEZ PIÑERO,
La medicina en la historia
, Madrid: La Esfera de los Libros, 2002. pág. 165.