Los remedios contra la Peste Negra-Javier Puerto - page 56

La curación de la Peste: sobre todo las medidas espirituales
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otros habrían participado en un vasto complot, concebido por el rey de Granada, para
exterminar a la gente cristiana a quienes no podían vencer por las armas. En la
primavera de ese año, algunos pastores y campesinos fanáticos, llegados del norte
del país, emigrados de sus tierras a causa del hambre, masacraron y robaron muchas
comunidades judías.
Al año siguiente, el rey Felipe V de Francia (1294-1322) puso fin oficialmente al
asunto organizando una comisión. Mediante la misma no se perseguía a los autores
de los excesos, sino se habría un proceso contra los judíos:
Por los muchos maleficios y excesos, malos y horribles que han hecho,
especialmente porque son sospechosos de haber participado y conspirado con
los leprosos en poner venenos mortales, en pozos, fuentes y otros lugares.
En varias localidades, como Tours, la represión fue grande.
Por otra parte, ciertas villas, como Montpellier, reclutaban a sus mejores
médicos entre los israelitas. Lo mismo sucedía con los boticarios. La salud de los
cristianos estaba en manos del pueblo maldito, razón suplementaria para expulsarlos
de las funciones sanitarias y tomar su lugar en tiempos de epidemia. Al proyectar su
odio, lo convertían en temor. Desconfiaban de ellos. Temían por si preparaban drogas
peligrosas para la salud de los cristianos, sus enemigos.
En 1348 las masacres comenzaron con la llegada de la Peste al litoral
mediterráneo francés. En abril, la locura colectiva mató a cuarenta judíos en Toulon.
En mayo se extendió a Provenza, pese a la voluntad protectora de las autoridades
locales. Los que pudieron huir de la masacre encontraron refugio en el Condado de
Veanissin y en Avignon, donde el papa Clemente VI (1291-1352) promulgó la
excomunión para todos aquellos que matasen judíos. Pese a ello, cuando la Peste
llegó al Languedoc, Narvonne o Carcassone, después del invierno, eliminaron a sus
israelitas. Lo mismo sucedió en el valle del Rhöne, en los Alpes y en Saboya antes de
la llegada de la epidemia.
Un cirujano judío, Balvigny, confesó bajo tortura haber infectado fuentes con
maquiavélicos venenos a base de serpientes, sapos, hostias y corazones de
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