Los remedios contra la Peste Negra-Javier Puerto - page 59

La curación de la Peste: sobre todo las medidas espirituales
59
expansión epidémica. Esta cofradía internacional de penitentes atrajo cada vez a más
miembros. Para seguirlos recomendaban contar con el acuerdo de la esposa y del
confesor. Abandonaban todos sus deberes y las armas. Se comprometían a obedecer
a los maestros y las reglas de la secta, durante los treinta días y medio de procesión
penitencial, tantos días como años había permanecido el Salvador sobre la Tierra;
luego, si sobrevivían, regresaban a sus casas.
Se revestían con un uniforme compuesto por un capuchón y un delantal,
marcado delante y detrás por una cruz.
Cada tarde, el penitente era recibido en una casa diferente, pues no podían
permanecer más de un día en un mismo lugar. No debía hablar a las mujeres, ni
recibir nada de ellas. No podía sentarse a la mesa de su huésped. Su alimento se
componía de los manjares magros recibidos de limosna. Por la mañana, al levantarse,
rezaban de rodillas cinco padres nuestros y aves marías. A su marcha, pronunciaban
quince padres nuestros y aves. Su cama no debía tener cojines ni sábanas y no
podían coger agua más que de un vaso colocado en el suelo.
Antes de entrar en una villa, los flagelantes se alineaban procesionalmente de
dos en dos, precedidos de la cruz; entonaban cánticos en la lengua del país que
atravesaban en honor a la Virgen y a los sufrimientos de Cristo. Llegados a la Iglesia
o catedral, se postraban con los brazos en forma de cruz, después se juntaban en la
plaza más grande, formaban un círculo, se desvestían la parte de arriba y se
acostaban sobre el polvo o la nieve, cada uno según la naturaleza de su pecado. El
adúltero se postraba cara a tierra, el perjuro de lado y levantaba tres dedos…. Los
jefes les golpeaban con correas de cuero guarnecidas con púas de hierro. Cuando se
levantaban, se azotaban ellos mismos. Genuflexiones y flagelaciones se repetían
hasta que los cueros de sus vestidos se teñían de la sangre chorreante de sus
espaldas.
Para muchos de los espectadores, atraídos por estas escenas de histeria
colectiva, la sangre así vertida era tan pura como la de Cristo y la recogían en
sábanas, como reliquias de santos. La misma religiosidad malsana les creía capaces
de curar a los enfermos o los ciegos.
1...,49,50,51,52,53,54,55,56,57,58 60,61,62,63,64,65,66,67,68,69,...98
Powered by FlippingBook