Los remedios contra la Peste Negra-Javier Puerto - page 61

La curación de la Peste: sobre todo las medidas espirituales
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acusaciones, las asambleas de flagelantes se declaraban reuniones de ateos. Se les
animaba a ir en peregrinación a Roma para hacerse perdonar.
Felipe VI de Francia ordenó, el 13 de febrero, acabar con esta secta reprobada
por la Iglesia romana y se mostró dispuesto a ayudarla por mano armada.
Curiosamente, una predicción judía anunciaba que cuando apareciese una
suerte de personas provistas de látigos de fuego, los destruirían a todos. Algunos
creyeron verla cumplida cuando vieron irrumpir a los flagelantes
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.
8.4. L
AS PLEGARIAS
Clemente VI instituyó una misa especial para tiempos de Peste. Se le rogaba al
Ángel Exterminador el cese de su encarnizamiento con los vivientes. El Papa ofreció
una absolución total a todos los creyentes muertos del contagio, e indulgencias
plenarias a cuantos fallecían al servicio de los apestados.
La más implorada fue la Santísima Trinidad, luego la Madre de Jesús. La
tradición sostenía que en Roma, en el siglo VI, la epidemia cesó gracias a ella,
invocada por el canto del Regina Coeli.
En España y en Zaragoza se prefirió a la Virgen del Pilar. Todavía en el siglo
XVIII se conservan algunas hojillas volanderas con oraciones destinadas a implorar la
protección a la Virgen en tiempos de peste
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.
En cada ciudad diversos santos fueron los elegidos por la devoción popular. En
la Valencia barroca se rezó a una imagen de la Virgen, representada mientras
imploraba a su hijo por los hombres, en donde aparecen unos ángeles hiriendo al
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Monique LUECENT,
Les grandes…
op., cit., pág. 72 y ss. J. Froissart,
Chroniques
, cap. 71, fol. 330. Jean FRENEY, Willy
HANSEN,
Des bactéries…
op., cit., p. 16
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O Virgen soberana, rendidos al pie de ese sacrosanto Pilar, venimos a implorar vuestra misericordia siempre antigua y
siempre nueva. Vos sois aquella benigna Madre, que tomasteis a vuestro cargo proteger al Pueblo Español, conservándole en la
fe, que le enseñó Santiago y librándole visiblemente de toda especie de males cuando contrito implora vuestra clemencia. No
podemos, Señora, acordarnos sin indecible gozo de aquellos días en que Barcelona acosada de peste se refugió a vuestro amparo
y quedó librada. Sois vos aquella benigna Madre, que le disteis acogida, y procurasteis el remedio así contra la peste del alma,
como contra la del cuerpo. Pertenecemos Señora al mismo pueblo ahijado vuestro: acordaos benigna de nosotros: volved
vuestros ojos compasivos sobre los Españoles, los cuales se ven amenazados de las malignas pestes que se pegan al corazón y a
la carne; y alcanzadnos al mismo tiempo gracia para reconocer vuestras mercedes en vida y juntarnos con Vos en la gloria.
Amén.
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