La curación de la Peste: sobre todo las medidas espirituales
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entre enfermos, se contagió él mismo. En Plasencia le echaron de la ciudad y se
refugió en una choza del bosque, hasta donde su perrillo le llevaba un pan para su
sustento y le lamía las úlceras de las piernas.
Según la tradición, sobrevivió a todas las calamidades y volvió a Montpellier. No
le reconocieron, le encarcelaron y pasó cinco años en una mazmorra. Al morir, la
cárcel se inundó de luz y entonces se acordaron de quien era. En los altares, continúa
acompañado de su can, armado con bordón de peregrino y una calabaza a manera de
cantimplora
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A las iglesias de estos santos se dirigían las procesiones, y a su intercesión las
plegarias. Se les dedicaban lámparas, algunas de plata, encendidas
ininterrumpidamente y se consideraban los votos la mejor manera de encadenar su
voluntad. Mediante ellos se obligaban a celebrar anualmente la fiesta del santo, con
procesiones y oficios solemnes.
Algunos santos locales también fueron muy solicitados, como Santa Orosia en
Jaca, pero la popularidad de San Roque fue superando a la de todos los demás.
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Carlos PUJOL,
La casa…
op., cit., pág. 277