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Una razón para explicar por qué el alimento permanece tanto tiempo en esta porción del intestino, es
que el intestino grueso es capaz de generar nutrientes del alimento. El alimento que alcanza el intestino
grueso, fibra en su mayor parte, se somete a un ecosistema bacteriano que puede fermentar esta fibra y
producir nutrientes necesarios para las células de colon. La fermentación colónica también produce una
serie de ácidos grasos de cadena corta como propionato, butirato, acetato, requeridos para el crecimiento
de las células colónicas y para muchas funciones del organismo.
Las bacterias “amigas” o beneficiosas, responsables de la fermentación colónica, se denominan
probióticas (pro-‐vida e incluyen las
Bifidobacteria
y los
Lactobaccillus)
. Además de proporcionar
productos beneficiosos para la fermentación, las bacterias probióticas impiden que las bacterias patógenas
colonicen el colon. Ciertas fibras procedentes del alimento, denominadas prebioticas, mantienen
específicamente estas bacterias probióticas. Los prebióticos incluyen moléculas tales como la inulina y
fructo oligosacáridos, que se encuentran en la achicoria y la alcachofa, e incluyen algunos otros
carbohidratos tales como galacto oligosacáridos, arabino galactanos y arabino xilanos, los cuales se
encuentran en fibras de soja, arroz y otros.
Es importante destacar que los probióticos y los prebióticos son dos grupos de productos que
intervienen de manera notoria en la salud intestinal. ¿Qué contienen cada uno? Los probióticos incluyen
las bacterias beneficiosas, antes citadas, y los prebióticos contienen sustancias, presentes de forma natural
en diversos alimentos, que ayudan al crecimiento y el desarrollo de dichas bacterias. Los oligosacáridos de
la soja son un buen ejemplo de prebióticos. Pues bien, se ha observado que los probióticos previenen
problemas intestinales relacionados con el estrés crónico.
Los humanos llevamos siglos, posiblemente milenios, consumiendo probióticos y comprobando sus
beneficios sin que se haya estudiado por qué se producen. De hecho, estas bacterias beneficiosas han
estado siempre presentes en alimentos fermentados como el chucrut, el kéfir y en lácteos con cultivos de
bacterias como el yogur, alimentos tradicionales en muchos países europeos y del Oriente Medio. El
primer científico que vislumbró cómo actuaban los probióticos fue Metchnikoff (premio Nobel en 1907),
cuando difundió la teoría de que el colon contiene bacterias putrefactas y que consumiendo leche
fermentada es posible mejorar la salud general y prolongar la vida. Hoy sabemos que más de 400 especies
de bacterias (buenas y malas), habitan nuestro tracto intestinal y trabajan en armonía para el
mantenimiento de la salud. Si ese equilibrio se altera, todo el organismo se resiente. Los naturópatas
utilizan los probióticos en todo tipo de patologías, desde artritis reumatoide a obesidad, pasando por
eccema y migrañas.