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obesidad como una enfermedad y se estudia este
fenómeno metabólico
desde el punto de
vista sanitario.
En 1926 Gregorio Marañón, en uno de sus libros titulado “Gor
d
os y flacos” hace la
reflexión siguiente:
La palabra gordo resume multitud de conceptos de herencia, de
costumbres, de carácter, de modalidades de la sensibilidad, y de inteligencia.
Esta línea de
pensamiento ya reconocía la multiplicidad de factores responsables de la obesidad, y a la luz
de los descubrimientos de entonces, mantenía que ante la obesidad no cabía mantener una
visión simplista del problema entendiéndola como el resultado de la “glotonería” y la “falta
de fuerza de voluntad” de algunos individuos, ya que esta forma de percibir la obesidad por
parte de los responsables de la salud pública, suponía una barrera importante que dificultaba
su tratamiento
.
Es en este momento cuando se comienza a juzgar la obesidad en relación con otras
enfermedades como la gota o el hígado graso y se inicia la búsqueda de fármacos que puedan
ser útiles en su tratamiento, a través de la disminución del apetito, aumento de la saciedad o
incremento del metabolismo. Entran en juego las hormonas tiroideas y posteriormente las
anfetaminas, con las que se consiguen algunos logros terapéuticos, pero con efectos
secundarios como cefaleas y taquicardias. En esta época comienzan a aparecer determinadas
dietas heterodoxas mágicas o pintorescas que ocupan el interés de la población y de
determinados sanitarios. Hay descritas más de 300 dietas, que aún permanecen hoy en día,
que buscan el adelgazamiento rápido y con escaso esfuerzo.
A finales del siglo XX se retiran prácticamente todos los fármacos antiguos y quedamos
con una penuria terapéutica, al no contar más que con la fibra y algunos medicamentos, los
llamados anorexígenos, que disminuyen la ansiedad por la comida.
Durante estos años se descubre la leptina (Friedman 1996) y se consigue un mayor
conocimiento de hormonas, péptidos y neurotransmisores involucrados en la obesidad,
reconociéndose al tejido adiposo como una auténtica glándula endocrina capaz de secretar
más de una treintena de sustancias que tienen relación con la fisiopatología de esta
enfermedad. A partir de ahora se abren nuevos campos en la etiopatogenia de la obesidad
con el conocimiento de hormonas y neurotransmisores, antes mencionados, que aumentan o