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salud se produciría por el equilibrio de los cuatro humores que no sería igual para todos los
seres vivos. Dependería de su temperamento: los melancólicos tendrían preponderancia de
bilis negra. Los flemáticos de flema. Los sanguíneos de sangre y los coléricos de bilis. El
temperamento podría cambiar con el clima, con la edad, con el día y la noche… si se rompiera
el equilibrio y se produjese una “plétora” humoral aparecería la enfermedad. La curación, por
tanto, siempre consistiría en la “purgación” de los humores excesivos.
De manera muy sucinta diríamos que para que el cuerpo entre en movimiento necesita
el alma, de las que distingue tres: la racional localizada en el cerebro; la irascible, en el
corazón y la concupiscible en el hígado. Para que todas las partes pongan en funcionamiento
sus cualidades se necesita el pnêuma, soplo o hálito vital del que existirían tres clases: el físico
o natural residente en el hígado; el vital, en el corazón y el psíquico en el cerebro.
Para la elaboración de ese pnêuma vital se
necesitaría el calor innato, obtenido en el corazón
mediante la respiración.
En el sistema fisiológico galenista no hay
circulación sanguínea. La sangre se elabora en el
corazón tras la digestión y va a alimentar la carne. La
obesidad, por tanto, es un problema de difícil
interpretación. Consideran o bien que se ha producido
una degeneración de la digestión al convertir los
alimentos en sangre y, en su lugar, se ha producido
flema, o bien que en ese proceso degenerativo de la digestión alimenticia, en lugar de sangre
se ha producido agua. El exceso de peso es considerado debido a la acumulación, o bien de
agua, o bien de flema. Por eso, muchos médicos primitivos no diferencian entre la gordura y la
hidropesía.
2.2 Primitiva terapéutica de la obesidad.
Es a lógica anatomo-fisiológ c lleva a tratar la obesidad como el resto de las
enfermedades: por medio de la expulsión de humores. En éste caso se trata de buscar
purgantes para la flema o el agua o, en ocasiones, hacer incisiones en el vientre de los obesos
Figura 1. Esquema del humoralismo