Monografía XXXVIII: Primer Curso Avanzado sobre OBESIDAD - page CCCLVII

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Evidentemente si la enfermedad se consideraba grave se incluiría la dieta. La dieta, sin
embargo, entre los antiguos, ya desde los Asclepiones griegos y los médicos hipocráticos, no
era un asunto relacionado sólo con la ingesta alimentaria, sino una regla vital en donde se
contemplaban los alimentos, las excreciones, los ejercicios, el descanso, el trabajo, las
actividades lúdicas, la vida sexual… todos los aspectos de la actividad individual, regulados
por el médico de cabecera. Evidentemente ese tipo de tratamiento sólo lo podían recibir las
personas muy poderosas, principalmente reyes, príncipes y aristócratas.
Con el deseo de servir a gran número de personas se escribió el
Regimen sanitatis
salernitanum
por autores de la Escuela de Salerno, entre los siglos XII y XIII.
Nuestro Arnau de Vilanova (s. XIII-XIV) escribió su
Regimen sanitatis
para el Rey de
Aragón.
A principios del siglo XVII, sin dejar ninguna de las terapias mencionadas, empieza a
considerarse el limón, el vinagre y los ácidos buenos para evitar la gordura por su teórica
acción astringente. Los farmacéuticos franceses de la época confirman la idea y atribuyen al
vinagre la capacidad de
esculpir el cuerpo y atenuar las materias grasas
. El Mariscal de Saint
–Germain aseguraba que pasó de ser gordo a delgado a fuerza de beber vinagre.
A finales del siglo XVIII, el farmacéutico y químico Antoine de Baumé aconsejaba la
ingesta de vinagres liliáceos. También se recomendaban jabones disolventes, como las
píldoras de jabón, los grandes jabones de Venecia o las píldoras aloéticas emolientes, pues se
consideraba al jabón diluyente y absorbente.
Para evitar el relajamiento y la insensibilidad corporal de los obesos se recomendaban
los tónicos. En 1776, Georges-Frédéric Bacher dio su nombre a un tónico preparado con
eléboro negro, mirra y
carbón bendito
. También se emplearon el hierro, el tártaro, la canela y
el ojimiel con escila; las cremas de tártaro, las píldoras de asa fétida, el bálsamo del
comendador, el agua de Balaruc o las pastillas de menta de Inglaterra, consideradas
reconfortantes y aliadas de los nervios, más algunos afrodisíacos.
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