356
para purgarles directamente –aunque ese método tuvo muy poco recorrido histórico por lo
mortal del mismo-.
Durante muchos siglos ser humano enfermo equivalía a ser humano purgado y
sangrado. Lo cual se puede ampliar a los obesos: las purgas y las sangrías serían las más
habituales formas de tratarlos.
Podría resultar complejo analizar los textos hasta descubrir cuales simples
medicamentosos empleaban para purgar esos humores. Es más sencillo dejar correr el tiempo
y acudir al galenismo arabizado que, con su empeño sintetizador de la obra anterior, nos da el
trabajo hecho.
Entre el siglo X y el XI, en el Califato de Oriente, destaca Avicena. Entre sus obras
destaca la
Urguza
, traducida por Gerardo de Cremona, en el siglo XII, como
Canticum
o
Cántico o Poema de la Medicina.
Allí nos encontramos, de manera resumida, cuanto los
médicos galenistas islámicos precisaban para la terapéutica.
En su obra cumbre,
Canon de la Medicina
relaciona la obesidad con problemas en la
movilidad, en la respiración, la muerte súbita, la infertilidad y la falta de libido. Para tratarla
aconseja la disminución de la ingesta, el aumento del ejercicio y los baños.
Si preferimos hacernos una idea a partir de un autor afincado en España, en el Califato
de Occidente, en el Toledo del siglo XI nos encontramos con Ibn Wafid, el Abenguafith de
Gerardo de Cremona, quien plantó un jardín botánico en la Huerta del Rey de esa localidad y
escribió el texto titulado:
Libro de los medicamentos simples
. En él nos encontramos que para
librarse de la flema empleaban, entre otros, agárico, asa fétida, ásaro, cártamo, bedelio, bórax,
centaurea, euforbia, escila, flor de cobre, flor de sal, goma amoníaco, grano de índigo, hisopo,
látex euforbiáceo, nueza, orégano, olmo, ortiga, papaver somniferum, sarcocola, tapsia,
tomillo y turbit. Para librarse del agua: ciclamen, escoria de cobre, euphorbia pithuysa, leche
de lechuga silvestre, mezereón, raíz de cohombrillo amargo, raíz de lirio, tártago y vid
silvestre.
De manera tal que, una persona gorda sería tratada como un enfermo por acumulación
de agua o de flema. Para evitarlo se le purgaría y, aunque no es el momento de explayarse en
estos asuntos, la purga era un tema delicado, largo, peligroso, en donde se incluía un ayuno
previo y una posterior vuelta a la normalidad en donde, casi siempre, se incluían sangrías.