Los remedios quirúrgicos y farmacológicos curativos contra la Peste
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En quinto lugar, leche ácida y suero de cabras. Si el paciente tiene sed ardiente,
debe dársele agua fría de fuente en mucha cantidad, porque enfría, pero no en poca,
porque enciende, como se ve en los herreros que rocían el carbón con agua.
Aunque muchos médicos siguen aconsejando la administración de la triaca
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,
una vez comenzado el curso de la enfermedad él no es partidario
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, pues es muy
caliente y aumentaría la fiebre; se le podría administrar en poca cantidad con zumo
de limones, de cidro y cosas semejantes o con agua de acedera o de rosas. También
un poco de alcanfor disuelto en agua.
Recomendaba darles cordiales fríos. El electuario antes dicho, sin especias. O el
descrito a continuación:
Tres clases de sándalos, de diagargante fino y diapapáber, media onza de
conserva de lengua de buey, conserva de rosas, una ochava de simiente de acederas
y de pepitas de cidra o limón, ocho panes de oro, una libra de azúcar, mezcaldo todo
en forma de conserva. Puede añadir limadura de oro y de plata, aljófar, zafiro,
jacinto, esmeralda, hueso de corazón de ciervo, raedura de marfil, coral blanco y
bermejo, sen y otros cordiales semejantes.
Para proteger el corazón, media libra de agua de acederas, la cantidad
suficiente, a partes iguales, de agua de rosas, de endivias y de toronjil, media onza
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La prevención sobre el uso de triaca como curativo puede explicar su supervivencia en calidad de preventivo durante tanto
tiempo. Mucho tiempo después, a mediados del siglo XVII, tres catedráticos de la Universidad de Valencia, Melchor VILLENA,
Vicente Miguel GIL y Diego PRUÑONOSA,
Relación y discurso de la esencia, preservación, y curación de las enfermedades
pestilente que hubo en la muy noble y leal ciudad de Valencia en el año pasado de 1648
, Valencia: casa de los herederos de
Crisóstomo Garriz, 1648? fol. 16v. indica:
También queda por averiguar cómo no usó Galeno de la teriaca en la curación de la
peste, pues dice de ella Andrómaco, y los que la compusieron, que valía no sólo para los venenos, sino también ad diram luem,
que quiere decir peste. otros la tomaban para prevención de dichos daños, y que hacía tan manifiesto provecho, que queriéndose
matar con veneno Andrómaco no pudo, por hallar el cuerpo con disposición tan opuesta, y contraria a los venenos, que no hizo
efecto el que tomó para matarse por haber tomado en prevención la teriaca: pero en el mismo lugar está la solución, y respuesta,
pues dice, que sólo se ha de tomar por prevención de dichos daños para los cuales la compuso. Y añade que no se ha de tomar en
tiempo de calor, ni en toda edad, que a niños, ni a mozos, ni a coléricos conviene: cuanto menos convendrá en la peste, que será
con calentura, pues suelen ser de ordinario grandes y agudas.
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Nicolao BOCANGELINO,
Libro de las enfermedades malignas y pestilentes, causas, pronósticos, curación y preservación
,
Madrid: Luis Sánchez, 1600, fol. 130 se muestra partidario del uso de la triaca y el mitridato.
Y así dicen, que como el fuego por
su grande actividad y potencia, consume y purifica las cosas, así la triaca los malos humores del cuerpo, y le da vigor y fuerza,
preservando a los sano para no enfermar de peste, y a los que cayeron malos sanándolos.
Pese a ese argumento inicial, concluye
que:
ningún antídoto caliente solo
{la triaca lo era en grado sumo}
se use en fiebres pestilentes nacidas de humores coléricos y
sanguíneos, porque con la semejanza en las calidades se aumentarán las fiebres: pero en sujetos de temperamento frío, y con
excrementos flemáticos, y crudezas, nacidas de poco calor, y en tiempo frío, se pude más seguramente usar.
En definitiva un auténtico engorro el saber si era o no útil a la curación de los apestados.