Los remedios quirúrgicos y farmacológicos curativos contra la Peste
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Con los mismos efectos recomienda el bálsamo de Andrea Mattiolo, cuya
composición cita en el Dioscórides, el agua celeste que describe Juan de Vigo en su
antidotario, sola o mezclada con agua de lengua de buey o escabiosa.
Aconseja la untura del mal francés (sífilis) porque es un sudorífico y saca fuera
el veneno. También el azogue, por idénticas razones.
No es partidario de sangrar si comienza la enfermedad con vómitos. En ese
caso se intentará sacar el veneno con blandos clisteres del tipo del indicado: hojas de
malvas, de violetas, mercuriales, parietarias, cebada, ciruelas pasas. Una vez cocido
hasta que la cebada se hinche, se toma una cantidad y se mezcla con cañafístula,
aceite violado y azúcar rojo y se pone en forma de clister moderadamente caliente. Si
el primero no purga lo suficiente, en el segundo se añade Gera o Diafenicon.
Para refrescar a los dañados, se les sangre o no, les daba un jarabe. Se
componía de jarabe rosado, jarabe agrio de cidra o de limones, agua de acederas,
polvo de bolo arménico y diamargariton frío.
Una vez preparados los humores de estas singulares maneras, quedaba
evacuarlos. Para ello aconsejaba la siguiente medicina: cebada mondada, ciruelas
pasas y tamarindos, flor de violetas, de borrajas, lengua de buey; hojas de toronjil.
Una vez cocidas, añade maná o pulpa de cañafístula, ruibarbo remojado en agua de
endivia y exprimido; polvo de diamargariton frío. Si se quiere purgar con más energía
se añade el electuario de zumo de rosas, la confección
que compuso el moro Hamech
,
o el jarabe de nueve infusiones de rosas alejandrinas.
Tres o cuatro mañanas siguientes a la purgación se le dará al enfermo una onza
de conserva
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de flor de borraja, o una tableta de diamargariton frío y a beber agua
de lengua de buey.
Recomienda abrir los bubones y ofrece varios métodos, el del botón de fuego, al
que hemos hecho referencia y otras sustancias que supuestamente atraen el veneno,
desde cebollas hasta el sieso de un gallo viejo. Para evitar el daño de los carbúnculos
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Diccionario de Farmacia…
op., cit., tomo I, pág. 697 medicamentos oficinales, de consistencia blanda, rara vez sólidos;
compuestos de una sustancia vegetal y azúcar que sirve para conservar aquella en estado casi natural.