Los remedios contra la Peste Negra-Javier Puerto - page 79

Los remedios quirúrgicos y farmacológicos curativos contra la Peste
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Las ropas de los apestados podían lavarse puertas afuera de la villa, pero se
aconsejaba quemarlas. Las casas también debían ser purificadas con sahumerios y
vinagre, esparcido por suelos y paredes. En ocasiones se quemaban algunas aisladas
o barrios enteros. El fuego, purificador del aire corrupto, limpiaba la mácula
enfermiza.
En España, el valenciano de la Orden de los Predicadores, Francisco Gavalda,
indica cómo se prevenía del contagio durante la dura campaña en pro de los
infectados:
No traíamos cosa de lana, sino solo un escapulario de un palmo, calzones,
medias de bucarán
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, una túnica de lo mismo con su capilla, poco cabello en la
cabeza, y ésta recubierta con un bonetillo. Cuando estábamos con los heridos
una antorcha encendida entre la cara del herido y la nuestra; nunca de frente a
frente, sino a un lado, para guardarnos del aire. Cuando entrábamos en las
cuadras, la antorcha en la mano y un servicial delante con una sartén de fuego
echándole incienso y espliego. Al salir si acaso había sido la jornada larga, o nos
sentíamos abochornados, nos lavábamos las sienes con vinagre hervido con
incienso y romero: con esto y con la ayuda de Dios, que es el más seguro
remedio, fuimos los más bien librados de todas las enfermerías
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.
El mismo autor nos proporciona los remedios de los que se servían las gentes
que, o no podían acudir al médico o no tenían medios para pagarle:
Unos tomaban por la mañana una nuez, unos tallos de ruda y un higo seco, y
todo junto lo comían. Otros llevaban sobre el corazón pegada a la camisa una
tortilla de arsénico cristalino: otros tomaban al tercer día triaca magna: otros
polvos de granos de yedra desecados a la sombra, revueltos con vino blanco:
las bolillas de enebro confeccionadas con especias aromáticas para el olfato
rodaban mucho. Apenas quedó ruda en los montes, porque con esta y su agua,
muchos se defendían.
En definitiva, cada uno hacía lo posible, que no solía ser mucho.
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Tela de hilo, de color, más basta y gorda que la holandilla.
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Francisco GABALDA,
Memoria de los sucesos particulares de Valencia…
op., cit.,
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