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El individuo obeso se caracteriza por un balance energético positivo, una eficiencia
termodinámica elevada, con hiperinsulinemia y resistencia a la insulina incrementada,
donde existe, por tanto, un efecto estimulante del apetito, un incremento de la lipogénesis y
una disminución de la lipólisis al ayuno y al estrés. No obstante, el marcado incremento del
número de adipocitos y de la masa lipídica del obeso se traduce en aportes muy elevados de
ácidos grasos libres desde el tejido adiposo. El obeso en la mayoría de los casos es un
dislipémico que tiene aumentados los triglicéridos o las lipoproteínas de muy baja densidad
(VLDL) y a veces el colesterol o el colesterol transportado por las lipoproteínas de baja
densidad (LDL-c). También presenta una disminución del contenido de HDL-c (ver
también el capítulo del Dr. Gutiérrez-Fuentes y el del Prof. Benito de las Heras, en este
curso).
Pautas generales del tratamiento de la obesidad
Dadas las características del individuo obeso y considerando, siempre dentro de lo
posible, sus características sociales, culturales y genéticas, el tratamiento se orientará a
1.- Reducir el ingreso energético y/o incrementar el gasto energético.
Este aspecto se consigue mediante:
•
Consumo de dietas hipocalóricas
•
Disminución del apetito
•
Incremento de las señales de saciedad
•
Aumento del efecto termogénico de los alimentos
•
Incremento de la actividad física
2.- Reducción de la absorción de macronutrientes y/o energía.
Esto se logra:
•
Incrementando la velocidad del tránsito intestinal
•
Disminuyendo la digestión y absorción de lípidos
•
Reduciendo la absorción y digestión de los hidratos de carbono
•
Disminuyendo la absorción y digestión de las proteínas
3.- Produciendo efectos metabólicos.
•
Modificando la respuesta glucémica e insulinémica de la dieta
•
Normalizando la insulinemia del paciente